Datos personales

25 diciembre, 2010

Capút

Una derrota más. Se escapan las palabras, se niegan a salir por mis labios. Se niegan a llenar la pantalla de Caleidoscope.

01 diciembre, 2010

Et vidit Deus quòd esset bonum

Siento todo, desde la silla en donde me siento hasta frío. Y también la luz que entra por mis ojos, mis dedos en las teclas, la tela del suéter sobre mi piel, mis labios resecos, el tic-tac del reloj, comezón en mi pie, hasta siento mis uñas crecer. Mi oreja está caliente, retumba mi corazón y mi lengua toca mi diente, alzo una ceja, me pica la cabeza y una mancha en mi lente izquierdo que me impide ver. Me duelen mis brazos, me molestan los hombros y comezón en mi muslo, mi saliva sabe a pasta de dientes y rugen mis tripas.
Soy todo, desde tristeza a felicidad, excitación, pasión, vergüenza, cansancio, ilusión, melancolía, frustración y sed, lujuria, confianza, decepción, flojera e impotencia. Siento nervios, dolor y risa y tedio, locura, miedo, diversión, confianza, sueño, calor, euforia, orgullo, hambre, simpatía, deseo, temor. Hasta siento gusto y me parece muy bien, me da el doble de gusto.

21 noviembre, 2010

Clepsidra

Quiero dejar mis manos quietas y que mis ojos sean mis nuevas manos.
No moverme y sentirte entre miradas. Llorar para mí y que seas mi alivio.
Dejaré de caminar para que mis nuevas piernas sea mi corazón.
Quedarme quieto y abrazarte entre latidos. Reír para ti y que seamos la perdición.

Cerraré la boca para que mi mente sea mis nuevos labios.
Estaré tranquilo para fugarme en silencio. Voy a desaparecer para nosotros, yo seré tu tormento.

17 noviembre, 2010

Gasolina

A eso de las 12:20PM salía de mi casa, me subo al coche, bajo las ventanas. Arranco, llego a la esquina volteo hacia la izquierda y veo que no vienen coches, así que acelero y de pronto, ya con el volante girado hacia la derecha, una sombra negra y redonda se cruza frente a mí y la impacto de lado. Veo por el espejo lateral izquierdo como una extraña motocicleta de tres llantas se ladea y sus ocupantes salen volando, uno vestido de negro y otro de blanco. Me detengo a escasos 20 metros y me bajo corriendo, veo que uno de los tripulantes, el de playera blanca, se levanta y el otro, de playera negra, está debajo de la moto con una pierna atorada. Ambos tenían un aspecto de motociclistas, el de negro con barba de chivo, el de blanco con tatuajes. El de negro más grande que el de blanco y el de blanco más chico que yo; lo primero que pensé fue que cuando se pararn me iban a reventar, pero ya estaba ahí. Pronto levanto la moto tomándola del manubrio, me ayuda un transeúnte, el de playera blanca, levanta al de camisa negra cargandolo y mientras todo eso pasa el tapón del tanque de gasolina se cae y empieza una cascada del derivado de petróleo. Mientras yo y el otro levantábamos la moto, el de camisa negra me dice -Soy discapacitado, mano- a lo que yo no contesto nada. El de playera blanca lo acomoda en el asiento y yo me quedo ahí parado, mojandome en gasolina y preguntando si -¿está bien?-. Él dice que sí, se levanta la manga, descubre un brazo lleno de tatuajes y en el codo un raspón típico de una caída de moto. -Tienes que fijarte para los dos lados antes de salir- y yo le digo que tiene que -usar el sentido de las calles-. Me dice que le dé -Un cincuentón para mi brazo o ya como va; un cien-. Yo saco mi cartera, veo que tengo un billete de 20 y uno de 200 así que le digo -Sólo tengo 30, si quieres te los doy- él me dice que si, que -De menos para una venda para su brazo-, se los paso, me volteo y me voy. Todo quedó en un raspón y 30 pesos. (A eso, en la ciudad de México, se le llama suerte). Me subo al coche, arranco y apesto a gasolina. Todo el día y lo digo con pesar, lamento mucho su herida, pero que apestoso recordatorio tendré.

29 octubre, 2010

Cuatro temas.

I. Hasta que me venza el sueño o le pierda el miedo al tiempo.
No quiero dormir.
Tengo miedo de intentarlo.

Miedo a no poder cerrar los ojos
ó
terror por no querer abrirlos.

Quiero dormir cansado, sin darme cuenta,
sin saber que hago.

Y soñarte, con diferentes caras,
dándome cuenta que eres muchas mujeres en una.

II. Hasta que me venza el miedo o le gane al dolor.
Tengo sueños recurrentes,
a veces imposibles,
otras irrecordables.

Pega soñar mentiras,
vivir el duelo de lo que no es,
encontrar una pared donde hubo alegrías.

Todo nos estuvo esperando
tal y como lo dejamos
al cerrar los ojos.

III. Hasta que me caiga de hambre o el ayuno sea de diario.
No me venzan las tentaciones,
que sean más fuertes mis oraciones,
que en ellas, siempre te pida más dones
para alabarte y servirte con mis acciones.

Concédeme la visión para escoger el bien
y la gracia de siempre serte fiel.

Concédeme la justicia que merezco,
que se haga tu voluntad
y eso será lo que más agradezco.

IV. Hasta perder la cordura o adoptar a la razón.

El loco corre viendo al cielo,
el sabio mira el suelo.

El sabio, vive en su mundo,
preocupado por las cosas del mundo.
El loco, vive encerrado en su mundo,
preocupado por cómo salir del mundo.

¿Quién es más culpable?
¿Quién es más libre?
¿Quién siente más?
¿Hacia dónde se inclina mi balanza?
Perder la cordura. Adoptar la razón.

27 octubre, 2010

Me ladran

Nunca tuve tanto horror. Pasé una hora rodeado de extranjeras y hasta ahí uno diría, -eso no da horror-. Error.
Llegué y me senté en la primera computadora que vi, sin notar que a un lado había una mujer de una rubia cabellera. Ella era tan extraña y yo tan distraído. Comencé a teclear mis claves y contraseñas, de pronto otra cabellera güera se sienta pero de mi otro lado. Unos 10 tranquilos minutos después, estas dos mujeres se pillaron en Facebook y notaron que sus cabelleras rubias compartían la misma sala de computadoras y estaban sentadas a un hombre de distancia. Una se levantó de su lugar y le dirigió algunas palabras extrañas, la otra la saludó y platicaron un momento, como personas normales y decentes. Una vez que se les acabó la decencia, la mujer que se levantó, se sentó y comenzó mi calvario. De pronto me di cuenta que se estaban comunicando de un lado al otro, una hablaba y la otra contestaba. Para cuando tuve que dejar de hacer lo que hacía, ya era un cinismo brutal, estaban las dos volteadas hacia mí, platicando en... ¿Flamenco?, ¿Ucraniano?. -¡Diablos!- Pasaron 3 minutos y la situación no cambió, lo más simpático sucede ahora, me estaban hablando a mí, en su lenguaje. Yo sin pista alguna de lo que les sucedía me dispuse a ver el monitor de la que estaba sentada a mi derecha, y noté que quería imprimir, así que dije -¿Ah, quieres imprimir?- y como ella estaba tan ocupada hablándome en su lenguaje nunca pensó que tal vez, no tenía la más mínima idea de lo que decía, así que le dije -Aprietas imprimir y vas a la maquina a recogerlo- indignado de que no intentara si quiera pronunciar palabra en castellano. Antes de que se fueran (porque al final de cuentas pareció entenderme) le dije -Excuse me, I only speak english besides spanish. Do you speak english?- Ella contesta -¡Oh yes!- super contenta y yo le digo -So, you understand spanish?- y ella dice -More less- y yo les digo hablando lo más rápido que puedo -Lasodio. Nuncaensuvidamevuelvanahablareneseidiomamujerestanmaleducadascomoustedesnuncahubo- y ellas con la cara que tenía yo hacía unos minutos, me dijeron -What?- y yo les digo -I said "Have a nice day"- ellas sonríen, yo sonrío y todos los mexicanos que me oyeron se botaron de la risa. No las odio, pero la emoción del momento ameritaba que alguien les dijera algo que no entendieran.

14 octubre, 2010

El Sindrome Günter

-Este viernes, fiesta en tú casa.-
Te dicen algo que ni quieres, ni entiendes, ni crees, ni sabes, ni es y dices que si. A la mera hora nunca llegan a la fiesta y ya estaba todo puesto.
Metáfora.

07 septiembre, 2010

Pietr y el Lobo.

Sus patas sobre el suelo cual columnas de concreto, se yerguen frente a Pietr. Hay nieve brillando al sol, corre el viento con su aroma a pino y tierra. Pietr viste una playera bordada en las orillas del cuello, faja roja, pantalón obscuro, siempre con su buen par de botas.

Por un segundo nadie tiene miedo, sólo se miran y todo pasa dentro de sus ojos, toda la escena la observan un par de timbales que pelan los ojos para mirar. El Lobo jadea fuerte y Pietr apenas respira, como si diera a entender que Lobo puede tomar todo el aire que quiera. El perro se perfila hacia adelante con los ojos clavados en los de Pietr. Unos violines se mueven rápido, siempre dispersos entre los helechos. El Lobo comienza a correr y al mismo tiempo remontan el vuelo unos patos que se asustan con la reacción del can. Pietr, inmóvil cierra los ojos, el jíbaro corre hacia él con una velocidad increíble, toma impuso con las patas traseras y salta sobre Pietr pero nada pasa, el Lobo lo atravesó cual dedo jugando con la llama de una vela. El Lobo cae del otro lado, mira hacia atrás y encuentra a Pietr de espaldas, remonta su ataque tirando una mordida al antebrazo pero sus mandíbulas no pueden tocarlo, de nuevo lo atraviesa. El perro cesa en seco el ataque porque un pájaro se posa en el hombro del muchacho, Pietr voltea y ve de nuevo al perro, el pájaro hace unos chiflidillos y del hombro, pasa a una rama de un árbol con flores rojas. En el cielo vuelan oboes.
El Lobo se confunde, no sabe lo que mira. Él se siente tan fuerte, tan poderoso y aún así no logra tocar a Pietr. La nieve se derrite, el sol ha avanzado y ahora pega sobre ellos. Parece que llevaran años ahí parados, viéndose respirar mientras las flautas transversas bailotean colgadas de los árboles. De pronto una bala entra en el muslo izquierdo del Lobo, era hermosa, viajó por el campo destellando luces entre los árboles, su punta de plata combina con la sangre de jíbaro que cae lento al suelo. Pietr se acerca al Lobo y estira su mano, el Lobo por instinto lo muerde y sus colmillos se afianzan con fuerza a la carne de Pietr, la sangre que toca la lengua del Lobo lo enloquece, los dos están envueltos en frenesí.
Otra bala plateada vuela por el cielo y el Lobo deja de apretar.

04 septiembre, 2010

Cinco consejos prácticos.

1. Si quieres las cosas pídelas.
1. Toma todo lo que en la vida te haga desarrollar la voluntad y el esfuerzo.
2. Elige cosas que te gusten y conviértelas en tuyas.
2. Haz siempre hasta donde te sea posible. Reza, pide, ora para que puedas hacer lo imposible.
2. Si no sabes cómo llegar; pregunta.
3. Di lo necesario hasta saber que te explicaste. Si eres ignorado, abandona ese lugar.
3. Cuando quieras hacer algo que nadie más quiere, reconsidera. Es por algo.
3. Pon en una balanza lo que quieres y lo que vale la pena.
3. Si te arrepientes de no haber hecho; haz.
3. Cuando sea demasiado tarde, pregúntate si aún eres tonto, y; haz.
4. Las locuras siempre sirven para enamorar.
4. Cada quien hace lo que puede con lo que tiene. Unos tienen más que otros.
4. Si vas a entrar piensa también en salir.
4. No confundas los conceptos, tenlos siempre claros. Esa es la clave de la tolerancia.
5. Las cosas vienen y van, las personas también.
5. Siempre es una buena idea hacer caras cuando no te ven.
5. Si has de oír; oye. Aprende del silencio, que el ruido no te tome desprevenido.
5. Si cometes dos veces el mismo error, prepárate para una tercera; será la vencida. Dicen.
5. Si consideras que lo mejor es herir a alguien, no lo hagas con metal al rojo. Usa una aguja.
5. La decisión perfecta no existe. Las oportunidades se turnan con el sacrificio.

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(...) tided up with strings.


Me gusta el viento cuando da de frente y no tengo que respirar a conciencia, el aire entra solo -como Pedro por su casa-. La playa es el mejor lugar para tener esa experiencia, aunque ciertamente, me ha sucedido en otros dos lados. La Torre Latinoamericana y el cuello del Iztacíhuatl. Por otro lado, la montaña o te seca, sientes agujas de heladísimas perforándote, y, sinceramente, en la Ciudad de México el aire siempre me causa estornudos. Sin duda, el mejor lugar es la playa porque es comodísimo, el airé es calientito (si estás entre Cáncer y el Ecuador, que es el caso de la mayoría de las playas mexicanas) y humedo con su típico olor salino.


Siempre-siempre me pregunto, si será ese el mismo aire que rozó miles de mejillas distintas, volteó cientos de paraguas, que tiró millones de sombreros. Si trae perfumes, ideas, si es mío o tuyo. Siempre-siempre me pregunto si es el mismo aire el que a veces parece enojado, si es exactamente el mismo aire que vaga por toda la tierra recolectándonos, robándonos vida y piel. Siempre-siempre me pregunto.


02 septiembre, 2010

+

Más amor.
Más tierra.
Más comida.
Más dolor, juego, palabra, razón.
Más calor.
Más caricias.
Más promesas.
Más locura, corazón, olvido, ciencia.
Más fe.
Más ideas.
Más historia.
Más música, libros, personas, tristeza.
Más tiempo, trenes, vías, hojas. Puentes, calles, pasos, cruces. Luces, puestos, puertas, valles.
Más vida. Ganas. Tiempo.

28 agosto, 2010

Error tres.

Sale un coche de un garaje, las llantas sobre la calle giran veloces y andan resecas sonando despacio. El coche se estaciona y me bajo, olvido dos cosas elementales, los lunes no circula el coche. Nota para mi mismo: pon el seguro. Error uno.
Hace meses que una persona llama y hace preguntas, a veces obtiene respuestas, otras veces le colgamos. A veces finge ser alguien conocido o un familiar. Poco a poco nos conoce, nosotros, no lo relacionamos a nada extraño, pasa siempre y a todos. En la ciudad de México, es de lo más común. Pensar eso; Error dos.

Un coche que se nos hace conocido porque pensamos que es de un vecino, lo vemos mucho por ahí, a veces de un lado, a veces del otro. Ese coche recopilaba nuestros horarios, nuestras rutinas, nuestras manías de barrer la calle dos veces. Ese coche, frente a nuestra casa, es el Error tres.

. . .

Me siguieron hasta donde estacioné el coche, cerca de la escuela. Cuando terminan mis clases, salgo y el coche no está.

-¿No lo dejé aquí?- digo en voz alta y pregunto, porque me puede pasar cualquier día, eso de dudar dónde está el coche, ¿traigo las llaves en la bolsa del pantalón?. Sí lo traje. Camino un poco hacia una esquina y en el centro de la calle le pregunto a la señora que cuida los coches.
-No sé, se lo dejaste al otro señor, siempre te digo que él no los cuida...- cierra los ojos en manera de desaprobación y se voltea lejos de mi.
-¡Puta madre, ¿dónde está el cabrón?!- ya con todo el permiso de estar preocupado. Para colmo no traigo dinero y no tengo crédito en el celular. Me encuentro de frente a un compañero y le pido hacer una llamada, marco al celular de mi papá, pero no me contesta -Que raro- pienso, comienzo a marcar a mi casa y en eso mi celular comienza a sonar. Contesto y mi padre me dice que pasa por mi, que ya pronto llega... Y en ese momento caí en la cuenta -¡Es lunes! no circula el coche- ahora todo tenía sentido, se lo llevo la grúa. Cuando el franelero lo movió para estacionarlo, pasó una patrulla, lo paró, le habló a una grúa y se lo llevó.
-¡Pero, ¿dónde está el estúpido franelero?!- digo intranquilo y triste porque sólo tenemos dos coches y odio hacer a mis papás pagar gastos inesperados.

Mi papá llega y me subo al coche echando pestes.
-¡¿Qué te pasa?, en frente de mi no hablas así, ya lo sabes!-. Si hay algo que molesta a mi papá son las groserías, así que me callo y le digo que me fue mal en un examen y que acababa de salir. No quise decirle lo del coche, en ese momento porque no quería contar la historia dos veces, una a mi papá ahí y una a mi hermana en la casa. No hablé en el camino. Había tráfico y llovía, pero no tardamos tanto en llegar.
Ya dentro de la casa, en la que sólo vivimos nosotros tres, les digo que se lo ha llevado la grúa porque lo dejé mal estacionado, porque tenía prisa, porque tenía clase y a parte... No había encontrado al tipo al que le dejá las llaves, así que, no tenía ni llaves. Surgieron los reclamos clásicos; "por qué no saliste temprano, por qué no organizas tu tiempos, por qué no lo metes al estacionamiento, por qué no te esperaste, por qué, por qué". Ya después de un rato de hablar, nos dispusimos a buscar en internét en qué corralón estaba apostado el coche. Justo en ese momento sonó el timbre, mi hermana ya estaba por dormirse y nosotros estabamos en la computadora.

-¿Quién será?- dice mi padre sin dejar de ver la pantalla. Yo me levanto de la silla y me asomo por la ventana de un cuarto en el segundo piso, -Son dos policías...- digo y camino hacia a fuera del cuarto, en un instante posterior oigo que abren la puerta y la reja de la casa, vuelvo corriendo a la ventana porque no oí moverse a mi papá, ni a mi hermana. Para mi sorpresa y con nerviosismo veo que un tipo está hablando con ellos, me volteó rapidísimo y le digo a mi papá -Alguien más abrió-.

Mi papá corre al cuarto donde estaba mi hermana, le dice que se quede ahí y al salir pone el seguro a la puerta y la cierra. Yo estaba parado junto a la escalera viendo lo que hacía mi papá. Bajamos juntos, yo delante, cuando llegamos hasta abajo, al pasar por la cocina, le digo que espere, me acerco a una gaveta, abro un cajón y saco un cuchillo de deshuesar, de esos de los que tienen el mango más grande que la hoja, lo meto entre mi bóxer y mi piel y nos acercamos a la puerta, la luz está apagada.

Somos sigilosos y estamos atentos a lo que dicen, la puerta está cerrada, pero estoy seguro de que quien haya salido tiene llave porque la abrió desde adentro, lo oí. Lo primero que pienso es ponerle llave, cosa que lo retendría en la puerta por unos segundos ¿y luego?... Sigo pensando y; como abrió la puerta, estaba adentro, pero ¿dónde?, ¿cómo nadie lo vio?, ¿a qué hora entró?.

Mientras cavilo todo, volteo para todos lados buscando a un segundo o algo que no estuviera en su lugar en la sala, luego en la cocina, en el comedor pero todo me parece en orden. Mi papá está pensando cosas también, se voltea y me dice -El que sorprende gana. Escóndete y ataca cuando esté desprevenido- dice en tono decidido. -¿Y tú qué?- pregunto y me responde rápido -Yo me quedo aquí parado, cuando tenga toda su atención, vas.- Asiento con la cabeza y me pongo detrás del sillón, en un lugar imposible que me viera desde la entrada.

Mi papá se quedó ahí parado, justo como dijo. De pronto el policía y el hombre afuera dejaron de hablar y el que estaba dentro de mi casa se dispuso a entrar, caminó subiendo los dos escalones antes de la puerta e introdujo la llave. Comienza a girarla, la puerta se abre, el hombre ve a mi padre, sonríe y cierra la puerta detrás de él. Era más alto, traía una barba singularmente tupida, tenía guantes en las manos y vestía perfectamente común, sinceramente nada lo hacía resaltar, de hecho, en la calle, el bastardo, hubiera sido prácticamente invisible.

Camina unos pasos, no dice nada. Estaba a un palmo de mi padre pero ya me había pasado, es decir, el sillón y yo estábamos a sus espaldas. Sin hacer un ruido me levanto, muevo mi mano a mi espalda para tomar el cuchillo, siento el mango de madera en mi mano, rasposa y seca, siento el metal caliente por haber estado en contacto con mi piel.


Sin pensarlo un segundo, paso el brazo izquierdo sobre su cuello y lo tomo con fuerza. Con la mano derecha pongo el cuchillo transversal a su tráquea, justo abajo de su barbilla y lo comienzo a mover hacia su izquierda, no lo he cortado, pero muevo el cuchillo pegado a su piel, para que sienta que está sometido.

De pronto el tipo hace un movimiento muy brusco, buscando safarse, yo intento mantener el control y encajo el cuchillo en su cuello, sin más y entra limpio. Limpio. Siento la sangre hirviendo sobre mi mano, me quema. Oigo como respira con dificultad y tose escupiendo más sangre y de pronto todo es rojo. Toda la hoja del cuchillo esta dentro de su cuello y mi mano lo presiona aún, el hombre sigue respirando con dificultad, sus dos manos sobre mi brazo izquierdo. Sale sangre a chorros, caliente, roja y metálica. Todo ahí, en la obscuridad, el olor herrumbroso, la viscosidad, el calor. Se dejaba caer y me hinco, él en mis brazos aún, con el cuchillo encajado en la garganta y mi mano sosteniéndolo. No sé que pasaría por su mente, tenía los ojos muy abiertos, estaba sangrando hasta morir y él lo sabía. Yo lo sabía. Su vida se iba a borbotones escarlata, yo le había arrebatado la vida.

No estaba pensando nada, nada pasaba por mi mente y a la vez, lo único que sabía era que nada le iba a pasar a mi padre, ni a mi hermana. Yo tenía que hacerlo, era su sangre o la mía.


Me levanté dejándolo tirado pero todavía vivo. El me volteó a ver y sonrió de nuevo, tenía los ojos claros, cada vez más claros, cada vez más claros... Poco a poco, se opacaron y yo tenía compulsión por su sangre pero a la vez algo ardía dentro de mí. -Le quité la vida- y eso, daba vueltas en mi cabeza, en mi cuerpo, en la habitación, en la casa, en el mundo entero. Todo tenía sentido para mí y el sentimiento me asustó porque nunca sentí tanta adrenalina, nunca me sentí tan poderoso, nunca tan fuerte, nunca tan divino. Tenía tanta furia y la sangre era tan cálida. Tenía tanto odio como miedo y eso lo hizo mejor, porque al morir él, sentí una paz tremenda, hasta que me di cuenta de lo que había pasado -maté a alguien-.

. . .


Sangre, sangre, sangre, sangre. Gotas, charcos, huellas. Sirenas, gritos, luces.


Más tarde, ese día, cuando el Ministerio hacía las averiguaciones previas, encontraron nuestro coche cerca de la casa, estacionado al lado de un parque. Dentro no había más que unos cigarros Raleigh y un papel que decía con caligrafía hermosa algo que nunca entendimos porque estaba en otro idioma.

Se pudo comprobar que el de cuius había robado el coche, había marcado a la casa para recabar información y que tenía una libreta con nuestras actividades. No se pudo comprobar que utilicé fuerza excesiva, primero porque no tenía la intención de matarlo y todo pasó en una riña, defendiendo mi seguridad, mi casa, mi vida, la de mi familia, aparte de que nunca encontraron al cadáver, sólo litros y litros de sangre coagulada sobre la alfombra de mi casa. Así me lavaron el cerebro. Así me convencieron de que hice lo correcto y lo que pasa, es que ellos no huelen a muerte como ahora huelo yo. Y lo que pasa, es que ellos no viven la muerte cada instante de su vida y, lo que pasa, es que ellos no tienen que vivir por dos; por mi mismo y por el maldito bastardo que entro a mi casa.


. . .


Mi papá me levantó del piso, yo estaba observando como si fuera una muestra artística y no por admiración sino por repulsión y odio. Mi padre me tomó en sus brazos y me dijo que ya había pasado todo. Subimos dejándolo tirado y muerto, me metí a la regadera con todo y ropa. El agua hirviendo sobre mi piel sin tacto, sin dolor. Para mí era obvio que se había perdido algo más que la vida del intruso. Mi padre se ocupó del cuerpo de algún modo, no sé que hizo a ciencia cierta, algo oí de que arregló enterrarlo, con certificados falsos, en una fosa común y sin ser reconocido, como si hubiera sido un vagabundo, como si no hubiera existido.


Para mí, era obvio que se había perdido algo más que la vida del intruso.



-Si no fue por la muerte nunca sería la poesía en la vida.- O. Paz.

El comedor está en llamas.

-Y no es lo único, en llamas.- pienso. Aún así es imponente, por las llamas, se quedan quietas de repente y ¡que calor tan rico!.
Mis manos están calientísimas, pronto empezará a hervir la sangre, la siento y me emociona porque no es el calor lo que me enciende esta vez. Ésta vez, no sé qué es.
Mis pies están brincoteando por aquí y por allá. Hacemos el mismo baile y las llamas se alebrestan pero bailan contentas. Siento fuego en mis pies, bajo mis pies. ¡Es fuego!.
Mis ojos están abiertísimos y pierden su color, es mucha la luz. Veo flashes al parpadear, veo sombras al voltear y es perfecto. Es perfecto.
Miles de olores, entre hierbas y maderas, también hay perfumes florales y rastros antojablísimos de humo con especias y -¡que calor tan rico!- pienso y repito -¡que calor tan rico!.
. . .
"No juegues con fuego que te vas a quemar".
-No estoy jugando yo, él juega conmigo. Y sí, me voy a quemar.-
Como todos.

12 agosto, 2010

23 julio, 2010

La voces.

Estoy loco.

Me cuesta disimular cuando estoy en la escuela, hablan muy fuerte y me distraen. Cuando estoy en la calle, me llegan los gritos de diferentes lados, se ocultan entre voces de niños, camiones, bocinas, motos, chillidos, golpes... Y cuando duermo gritan en mis sueños, gritan toda la noche. Y no duermo, me distraigo con cosas indignas. Bebo muchos litros de agua, para si me quedo dormido, me despierten las ganas de ir al baño y no utilizo sábanas, ni cobertor, ni cobija, para que me despierte el frío. No uso almohada para despertar por incomodidad. Estoy loco.

-Para que te des una idea, a veces, hasta me cantan y son afinadas las desgraciadas, puede ser una y cantar a Joan Baez, así como puede un Oratorio de Haendel. Otras veces mi cabeza es un verdadero estadio. Cuando están aburridas, me cuentan cuentos y son hermosos, son variados unos parecen de Cortázar, otros, son como de Arriaga, otros son de la odiosa "Isabela Llende", otros de Ybag en Vietnám. Otras veces me arrullan. Otras, sólo relatan lo que ven. Lo que veo. Digo, no está bien.-

Siempre me preguntan, ya lo he oído tantas veces; -¿En qué colonia vive?, ¿dónde duerme?, ¿a qué escuela va?. ¿De qué color son sus ojos?, ¿cantará bonito? ¿A qué hora se levantó hoy?, ¿quieres llorar?- Siempre me preguntan cosas que no sé, cosas que no sabré. Siempre me preguntan de cosas que no vi, que no dije, que no hice, que no conozco. Mi vida es como ir al cine y ya estando sentado, y, después de media hora, cuando llega la mejor parte, alguien te tapa los ojos a la fuerza, los oídos, te tome de las manos y las meta en hielo, y ya, no ver, ya no oír, ya no. Sentir.

-Desde que recuerdo la locura ha sido un buen pretexto para no encajar. Siempre pienso, todos sufren por la muerte o el amor o lo que sea, pero yo sólo sufro cuando hay silencio. Nunca me ha molestado ser loco, lo que es incomodo, es que la gente llegue a esa conclusión por si misma, digo, por mera educación deberían preguntar, ¿no?-

03 julio, 2010

Otoño en inglés.

Ir tan alto, es una imprudencia.
¿Qué de verdad si somos humanos?
Sí, somos hermanos.
Humanos, dije. ¿Que si somos hu-ma-nos?
Somos tanto tiempo,
y tan humanos, que olvidamos como ser todo lo demás.
Somos la misma cosa con diferentes formas,
somos diferentes formas con la misma cosa.
Somos los mismos sentimientos,
somos la misma música,
somos la misma piel,
somos nosotros mismos.
Tropezar tan alto es coincidencia.
Somos otras versiones.
Versiones de humanos anteriores,
y vamos pensando lo mismo,
queriendo lo mismo,
soñando lo mismo.
Continuamos jugando lo mismo,
viviendo lo mismo,
siguiendo lo mismo,
fingiendo lo mismo,
creyendo lo mismo.
Somos la misma idea de humanos.
Nada ha cambiado hoy.
Tú y yo,
¿cómo podemos ser así de diferentes?.
¿cómo?
Ir tan alto es imprudencia.
Tropezar tan alto es coincidencia.
Caer tan rápido es consecuencia.
Terremoto humano.
Huracán humano.
Incendio, humano.

01 julio, 2010

Algo me lo dice.

Me lo dijo hace no tanto. Yo estaba sentado en una banca de un parque, leía el periódico y fumaba un Malboro rojo mientras hacía todo lo demás oía a Frank. Me levanto la solapa del saco porque el viento está fresco, en un revés el mismo aire fresco me mete el humo por la nariz, lo saco de un resoplido y le doy la vuelta a la hoja. Mis manos están frías, de pronto se me acerca una mujer, hermosa. Con un perfume discreto, con sus manos enfundadas en unos guantes blancos de una tela fina y brillosa, no me toca, se recarga en el brazo de la banca y dice con palabras tan suaves que si el viento soplara más fuerte se hubiera esfumado antes de llegar a mis oídos; -It's very clear, our love is here to stay-. Yo sin querer reírme, le calo los últimos milímetros de tabaco sin quemar, lo tomo con mis dedos; índice y pulgar, me levanto, tizno el cigarro contra un bote de basura metálico y lo lanzo dentro. La volteo a ver y le grito lo más fuerte que puedo -¡This is la vie en rose!-. Ella me ve horrorizada y se pregunta ¿qué sucede?, se me acerca, roza mi mano con las suya y me dice -And you appear in all your splendor-, comienza a avanzar hacia la calle del fondo, yo me quedo parado ahí y me pregunto ¿qué sucede?. La sigo, la tomo del hombro me acerco a su oreja y susurro -¿Edith Piaff?-, ella me voltea a ver y me dice -Frank Sinatra-. Me detengo en seco porque seguíamos caminando. La veo por última vez y le digo -¿The best is yet to come?-, ella ríe sonrojada y contesta -Non, je ne regrette rien-. Hasta luego y buen día.

22 junio, 2010

El bigote.

Tener bigote es una experiencia, yo tuve bigote en una etapa de mi vida, y en ese tiempo conocí a un vecino que también tenía bigote.

Vivía en la casa de al lado, sus ventanas de atrás daban a mis ventanas de atrás, nuestras casas estaban contrapuestas y todas las noches, lo oía gritar; ¡Para, detente!, ¡no hagas más ese ruido! y en los 15 años que viví en esa casa y en todas las noches de despertar de sobresalto, nunca; es decir, nunca, percibí otro ruido en la noche. Siempre era su grito en contra de... ¿Su locura?.

Habían noches en que no dormía por estar trabajando en casa y aquello de las 3:00 AM comenzaba el vecino a gritar; ¡Cállate!. Yo siempre pensaba "Ahí va otra vez" y sí, diario, diario, diario.
Nunca lo veía, porque su puerta de entrada daba a la calle de atrás de la mía, así que nunca lo topaba al sacar la basura o al ir a trabajar. A través de los años tuve varias suposiciones, primero pensé que tal vez tenía una mascota y que su jaula estaba junto a su cama, pero no, no era eso. Luego pensé que se dormía con sus aparatos para la sordera y de pronto, estos, por la presión de su cabeza contra la almohada, hicieran un terrible chillido, pero nunca lo vi con aparatos para sordera. Después pensé que era sonámbulo o hablaba dormido, pero no me convence, nadie sueña tan seguido con lo mismo y el sonambulismo lo detona algún ruido pero nunca se levantaba, sólo era el bendito grito. Pasaron varias semanas de suponer sobre el sonambulismo y después de descartarlo, pensé, que tal vez, había estado en una guerra y tenía el síndrome aquel que los soldados tienen, pero no tenía porte militar y traía el pelo largo, luego, pensé que tal vez consumía drogas y así. Hasta el final, pensé que algo mal tenía que tener en la cabeza.

Había noches que me daba igual que gritara, pero otras, me desesperaba tanto, que más de una vez rompí una almohada a mordidas. Si él no estaba loco me iba a volver a mi. Todo iba bien, pero luego era yo el que no podía dormir por estar esperando el grito y eso comenzó a afectarme en el día, en mi trabajo y en mis relaciones, porque estaba cansado y me distraía fácilmente, como cuando quieres descifrar un acertijo o contestar una adivinanza. Me obsesionaba terriblemente saber qué lo hacía gritar y lo maldecía al tiempo.

Pasaron unos meses y perdí mi trabajo, también dejé a mi novia. Tenía una cámara en el techo, vinculares cerca de las ventanas, tomaba café día y noche para observar todo el tiempo, llevaba una bitácora estructurada y exacta. Tras semanas de observación llegué a notar que el infeliz nunca salía de su casa, estaba todo el día ahí. Vivía muy relajado, hacía cosas "normales" y naturalmente desayunaba, se lavaba los dientes, comía, veía la tele, leía el periódico, fumaba y le dedicaba casi una hora y media a su bigote; a enchinarle las puntas, cortarlo, peinarlo y fuera de esa rareza, lo único extraño, eran los gritos en la noche.
Una tarde decidí que me iba a meter a su casa a investigar. Sentía emoción combinado con ocio y estupidez. Tenía que aprovechar cuando iba al supermercado, era lo único que lo hacía salir y en promedio, se tardaba -dos horas-. A veces más. A veces menos.

Ya tenía la ruta en la cabeza, conocía su casa. Incluso, conocía los pasos que había que dar para llegar al baño o a la cocina. Todo estaba calculadísimo: subiría por una escalera hasta la barda, revisaría por encima de ella si hubiera algún vecino mirón. Nota para mi mismo: revisar dos veces. Ya en la barda, cambiaría de lado la escalera para poder subirla de nuevo en mi huida, luego, bajaría. Abriría la puerta y entraría, por el patio de atrás, a la cocina. Ya dentro, revisaría una que otra cosa, la alacena, el comedor, las vitrinas, la sala, los cuadros, retratos y la estancia, junto con sus adornos y plantas hogareñas. Así llegaría a la entrada, cubriendo todo el piso de abajo.

Me levanto entonces, tomo la escalera, la recargo en la pared, subo unos escalones, miro hacia todos lados, luego subo otros y ya estoy arriba, cambio la escalera hacia el lado de la barda de mi vecino y comienzo a bajar.

Emocionado entro a la cocina y me sorprendo, porque no hay muchas cosas, de hecho, casi no hay nada. Sobre la mesa había una nota, pero no le di importancia. En los estantes sólo hay un juego de platos, en el cajón de los cubiertos, sólo hay un juego de cubiertos, sólo una toalla, sólo un vaso, sólo una copa, sólo una tasa. Abro el refrigerador y hay huevos que tienen escrito los días de la semana, un paquete de leche a la mitad, un paquete de carne, un Boing de mango y chícharos, muchos, como tres paquetes congelados. En la nevera hay helado de chocolate y coco. Punto, nada más. En la alacena sólo hay una lata de atún, pan Bimbo y un frasco de mermelada Smuker’s (abuelito).

Salgo de la cocina hacia la estancia y me encuentro con paredes blancas, inmaculadas. Sin cuadros, sin plantas, sin muebles casi. Hay un sillón individual, una mesa de café y una alfombra. Hay una mesa grande de madera obscura, patas robustas y una silla a juego. Eso era todo en la sala y el comedor. Decidí subir porque estaba desilusionado, digo, era interesante pero no tenía cosas y mi deseo de curiosidad estaba lejos de quedar satisfecho. Aún que no tenía un plan para el piso de arriba corrí en las escaleras. Estaba alfombrado en negro, de frente a la escalera tenía un sillón, individual, el control en el brazo del sillón y la tele adelante. No había cuadros, ni retratos tampoco y las paredes seguían siendo blancas. entro al baño y hay un cepillo de dientes, una pasta, un rastrillo, unas tijeras para bigote y dentro del estante del espejo, nada. -¡Increíble!- digo y camino hacia su cuarto. Ya estando dentro, sólo veo una cama, un closet, un librero con dos libros, un escritorio sin silla y un periódico.

Dentro del closet doblada sobre la cajonera estaba una camisa, un par de calcetines, un pantalón colgado en un gancho, una chamarra, un par de zapatos bien boleados, un reloj, un anillo, colonia Ralph Lauren y una cartera, vacía. En el librero, un libro tenía el título de "Lefevre, Misal Diario y Vesperal", en latín y español y el otro era un libro sin título, de pasta dura y en piel obscura, lo hojeo y hay miles de notas, lo dejo sobre el escritorio y comienzo a revisarlo. En los cajones, había un lápiz, una pluma Parker, una goma, un marca textos, una tijera y un folder con hojas blancas. El periódico era de los tiempos de la revolución pero estaba en perfecto estado, ni si quiera amarillo estaba, hasta pensé que era nuevo.

Muy triste bajo las escaleras, salgo por la puerta de atrás y cuando voy subiendo veo la nota en la mesa de la cocina, comienzo a bajar pero me resbalo, me caigo del sexto escalón, intento agarrarme de la barda pero es inútil. Me golpeo la cabeza con un escalón y quedo inconsciente.

Abro los ojos y una punzada me recorre la cabeza. Tengo un dolor terrible en la cintura y la muñeca derecha. Me levanto y no sé nada, no recuerdo nada, ni mi nombre, ni mi dirección, ni dónde estoy. Nada, estoy en blanco. Con dificultad me levanto y entro por la cocina, veo la nota sobre la mesa, la leo y dice; leche, huevos, atún, carne, pan y mermelada, no le doy importancia, la dejo ahí y no veo muchas cosas es una casa -austera- pienso, -nada mal-. Subo las escaleras, entro al cuarto y lo primero que veo es el libro sobre el escritorio, me siento en la cama porque no hay silla y veo que es un diario, cambio las hojas hasta la última y leo:

Con fecha de dos semanas atrás dice "tengo un vecino muy molesto, todo el tiempo me está espiando. Si subo o bajo, si voy o vengo, está ahí parado bebiendo café en la ventana. Creo que tiene una cámara en el techo, lo veo apuntar cosas y estoy teniendo mucho miedo, creo que pronto me cambiaré de casa. No sé que otra cosa hacer...". Me levanto con le libro en la mano, camino a la estancia y me asomo por la ventana -Humm, no lo veo. ¿Dónde estará?- digo y me muevo hacia la ventana para cerrar las cortinas.
Con ayuda de mi diario poco a poco fui recordando, seguí escribiendo en él y mi letra nunca más fue igual gracias a la caída que tuve, me pareció extraño pero tenía sentido, ¿cierto?. La verdad es que nunca vi al loco que me solía espiar, de vez en cuando miraba por la ventana para ver si estaba pero nunca lo vi, al poco tiempo dejé de preocuparme y me quedé ahí.

Me gustaba mucho dedicarle tiempo a recortar y peinar mi bigote, mi diario lo dijo así.

Del 18 al 19 de junio. (Tres en uno)

Coche blanco, Honda, Civic del 2003. Uso, de 8:30PM del 18 de junio; hasta las 4:00AM del 19 de junio. Antro llamado Voga, Eje 6 Sur, frente al Estadio Azul. Estadía, de 10:30PM del 18 de junio; a las 3:30AM del 19 de junio. Hospital Dalinde, perdido en la inmensidad del D.F. Estadía, de 7:20AM del 19 de junio, hasta; las 9:00AM.
Un coche en sentido contrario, de frente. Piedras en la calle, llantas ponchadas, ejes rotos, golpe en la cabeza. Música, bebidas, gente, sudor, viejas alegrías. Lagrimas nuevas. Luces de hospital, olor de hospital, mi padre y mi madre a un lado, yo voy caminando, ellos también y llegamos a urgencias.
Derrapé unos metros después de pasar encima de unas piedras, hice este movimiento porque esquivé un coche que venía circulando hacia mi y fui a dar contra la banqueta del parque a escasas cinco cuadras de mi casa, choqué de lado por el resbalón y me estampé contra la puerta izquierda, incluyendo mi cabeza, mi codo y mi cadera. Ya estando ahí, llegaron varios compañeros de escuela, mi hermana, dos amigas que veo seguido y una a la que casi no veo. Me pareció bien, es por mi cumpleaños, me voy a divertir. Si lo hice. Piden mí identificación del Instituto Federal Electoral, le sacan copias y me hacen preguntas pero las responde mi madre y me piden que espere a que venga el doctor. Me siento en la sala de espera donde hay algunas personas, unas dormidas, otras viendo en la tele resúmenes de fútbol. Yo me siento y comienzo a quedarme dormido.
Me despierta un vecino de la cuadra a quién sólo conozco de vista y él a mi. Yo iba hablando por teléfono con mi padre, justo le estaba diciendo dónde estaba, pues se me hizo tarde como de costumbre. Cuando me subí en las piedras el rebote me hizo aventar el teléfono celular para tomar el volante con las dos manos y salió por la ventana, así que cuando me despiertan lo único que sabía era que debía encontrar mi teléfono. Todo va en orden platico con todos, me rio, bailo, lo que se hace en esos lugares, hasta me di el lujo de salir a fumar algunas veces, estoy contento. Hubiera querido a más de mis amigos ahí pero, con las que estaban; tengo de sobra, son verdaderas. Me despierta un llamado al nombre de -Jorge Martín Ocádiz Velázquez- me incorporo, camino y cruzo la sala de espera, entro por unas puertas corredizas y me siento en una salita de revisión donde me hace preguntas un doctor simpático que se notaba despertó a las 6:00AM y llego a trabajar para el turno de las 7:00AM (yo casi llevaba 19 horas despierto). Me tocan la cabeza y me dicen que me tomarán unas radiografías de cuello y cabeza. -Caminas el pasillo y en las escaleras a la derecha, subes al primer piso y está Radiología al final de pasillo hacia a la izquierda- ahora lo recuerdo, pero en ese entonces sólo eran palabras y tuvimos que preguntar donde estaba Radiología.
Me encontraron mi teléfono y me ayudaron a bajarme del coche. Ya ahí, de pie, en medio de la calle me prestaron otro celular para que llamara a mi casa. Lo hice y mis padres llegaron pronto. -¿Ya llamaste al seguro?.- -No.- Para ese entonces ya había dos patrullas ahí, ambas de mi lado pues tenía a varios vecinos de la colonia como testigos de que yo había maniobrado para no chocar de frente contra el otro imprudente y alcóholico individuo. Transcurre la noche muy bien, ya es la hora de partir y me dispongo, llamo a quienes se van conmigo y nos alistamos. Salimos del lugar, nos subimos al coche y nos vamos rodeando el Estadio para salir al Eje 6 sur y tomar Insurgentes hacia el norte de la ciudad que nos dejará en casa. No hay tráfico y mi amiga que va de copiloto me apresura riendo pues la regañarán en su casa por la tardanza. Con ella compartía la fiesta pues ella cumple el 15 y yo el 20 de junio. Yo le digo que no hay prisa y vamos a buen ritmo, es tarde no hay coches. Llego a Radiología con mi orden en la mano, me introducen al cuarto donde hay las máquinas que toman las placas, me hacen pararme en un cacho volado del Rayo X y me dice -Ponte de frente, alza la cabeza lo más que puedas, quédate quieto- dice a manera de instrucciones, -Ahora ponte de lado, viendo hacia mí y quédate quieto- un silencio -Alza un poco más la cabeza-. La alzo y me dice que espere afuera. Espero afuera con mis padres y pronto sale la placa, la veo y como desconozco como se vea un lesión se la paso a mi madre que es Biólogo y conoce del tema, más por gusto que por haberlo estudiado.
Llega la grúa y se lleva el coche, mi padre habla con el ajustador y yo y madre lo esperamos en el coche pues me dieron nauseas y quiero sentarme. La grúa se lleva el coche, el ajustador se va y mi padre se sube a nuestro auto. Vamos ahora hacia nuestra casa porque mis padres quieren ponerse unos calcetines y yo cambiarme de playera para ir al hospital.
Dejó a mis amigas en su casa, a salvo y contentas. Yo vivo muy cerca de Ann, aproximadamente a cinco minutos sin tráfico o el doble, con tráfico, pero es la madrugada así que llego rápido. Circulo sobre una calle que es transversal a la mía y ahí es donde, de pronto, encuentro al sujeto. Sin luces y en sentido contrario. Por mi vida lo esquivo. Por mi vida choco. Por mi vida, ¡sigo vivo!. Tomamos las radiografías y las llevamos a donde el doctor se encontraba, pero nos dicen que tenemos que esperar a que venga el Médico Ortopedista, así que de nuevo a la sala de espera, ya va saliendo la luz del día. Me quedo dormido sentado y me despiertan con el mismo llamado, camino, cruzo la sala, paso la puerta deslizable y me siento, es otro médico, joven y tal vez, después de haber hecho varios turnos con su cara menos alegre que el del otro doctor me hace preguntas y de nuevo me toca la cabeza, el cuello y la espalda. Me hace preguntas y escribe en la computadora, imprime una hoja amarilla y me la da, también me da instrucciones de que me la sellen en la recepción y que debo ir el lunes a revisión (a la cual no he ido y ya es martes) pero me siento bien.
Quiero enmarcar mí radiografía, será un recordatorio constante.

21 junio, 2010

El Sol y la Edad.

¿Dónde te busco?.
¿Dónde estás?.
¿Dónde te veré?

Sé todas las respuestas, de menos esas tres, aunque, la última la dejaré en blanco.
Gracias, mujer del 838.

¿Quién sigue; J. E. Pacheco, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, José Agustín, Juan Villoro, Jorge Volpi o a caso, será, Alí Chumacero o Enrique Krauze?
¿Cuántas veces más morirán Paz y Villaurrutia o Rulfo y Sabines o Ibarguengoitia
y Arreola o Gutierrez Nájera y Altamirano con su Clemencia o Acuña y Díaz Mirón?
¿Qué tal si es Saramago?
Fue Saramago primero.
¿Dónde encuentro a sus remplazos?

No sé una sola respuesta.
Gracias, a todos los nombrados. La vida aquí sin sus vestigios sería como el cielo a obscuras.

11 junio, 2010

Dejame caer.

Se oyen los truenos, mis plantas de los pies las sienten.
-Vuelve a creer, déjate caer, déjate caer-
El cielo tiene sed; lo explico bien, se abre la tierra y déjame caer, el cielo está a mis pies.
-Todo se tiene que acabar. Todito-
La tierra está al revés, la boca bien cerrada, amárrate los pies.
-Para que no se nos olvide; hay que dejarnos caer-
Las olas ya no mojan la orilla de las rocas, amárrame, amárrame. Continúa, quiéreme, consuélame. Baila ritmos extraños, baila, todos que sean pasos extraños, así que, déjate caer.
Gracias, al Café.

29 mayo, 2010

Alfonso Reyes, Col. Condesa. Domicilio conocido.

El sol de Monterey de Alfonso Reyes,
unido con Grocerías.

No cabe duda: de niño,
a mí me seguía el sol.
Saltaba de patio en patio,
se revolcaba en mi alcoba.

Incredulo lo veía sin saber que hacer.
Quemaba mis sábanas, mis almohadas.
-La alfombra, mamá, ¡la alfombra!.-

Se metía por todos lados
dejando mis juguetes chamuscados.
Por todos lados, dejandome seco y acalorado.

Aún creo que algunas veces
lo espantaban con la escoba.
Y a la mañana siguiente,
ya estaba otra vez conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.


Tardes enteras de jugar con él,
corriamos con nuestros escudos por todos lados.
Incendiabamos el mundo a gritos, a risas, a espadasos,
peleabamos con gigantes.

(El fuego de mayo
me armó caballero:
yo era el niño andante,
y el sol, mi escudero.)

Todo el cielo era de añil;
Toda la casa, de oro.
¡Cuánto sol se me metía
por los ojos!

Mar adentro de la frente,
a donde quiera que voy,
aunque haya nubes cerradas,
¡oh, cuánto me pesa el sol!
¡Oh, cuánto me duele adentro,
esa cisterna de sol
que viaja conmigo!

-Yo no conocí en mi infancia
sombra, sino resolana.-

Cada ventana era sol,
cada cuarto eran ventanas.
Los corredores tendían
arcos de luz por la casa.

En los árboles ardían
las ascuas de las naranjas,
y la huerta en lumbre viva
se doraba.

Los pavos reales eran
parientes del sol. La garza
empezaba a llamear
a cada paso que daba.

Compañero siempre.
Siempre de lado a lado,
de arriba a abajo. Conmigo.
Nunca me dejaba, nunca se alejaba.

Y a mí el sol me desvestía,
para pegarse conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

Nada tomabamos con calma,
todo era fuego y chispas color plata.
Todo eran cenizas, humo y rojos vivos.

Mi infancia fue hermosa.
Ardiente y aventurera;
nunca calamada, nunca duradera.

Me sorprendía la noche vagando,
y yo en llamas iba caminando.

Cuando salí de mi casa
le dije a mi corazón:
-¡Ya llevas sol para rato!-

Es tesoro y no se acaba.
No se acaba y lo gasto.
-Traigo tanto sol adentro,
que ya tanto sol me cansa.-

-Yo no conocí en mi infancia
sombra, sino resolana-

28 mayo, 2010

ODOS.

Uso el mismo ODOS, diario, diario, diario.

Primero lo usaba derrepente, luego constantemente, terminó por ser mi único ODOS, aún y cuando no estubiera en mi ruta.

A veces pasé caminando otras en coche, camioneta, taxi, de mañana, en la tarde, en la noche o en la madrugada, con lluvia, con ¨aeroç o con hlios, con gente, sin ella; siempre me era indiferente mientras pudiera pasar.

A veces me senté en la barda de enfrente a tu casa. A veces sólo pasé. Todas las veces volteaba. A veces por un lado de la banqueta, a veces, por el otro, de ida o de vuelta. De repente me asomaba, de buenas a primeras siempre esperaba.

¿Cómo no me iba a detener?.

Sí, te vi ésta vez.
Te vi ésta vez.

ODOS

35mm

Se toman las fotos.
El rollo se llena.
Treinta y seis fotografías atrapadas en el negativo.

Todo está obscuro.

Se prende una luz roja y un extractor, huele a químicos. Ácido acético puedo distinguir, leo botes con etiquetas que dicen Kodak Dektol, Fixer, cajas de papel especial fotográfico.

Todo un mundo desconocido para mi, entre olores peculiares y utensilios extraños como tanques de revelado y cuero mojado.

Todo está puesto, digo, yo no sé que hacer, pero ya está.
Se ponen unos papeles acá, se cortan las negativos.

Se sumergen por acá,

se les agrega revelador, se sumergen por allá, se toma el tiempo,
se gasta el tiempo (¡debe ser exacto!)
se les hace un lavado,
se mueven, luego la proyección, más químicos, se cuelgan, más químicos que apresuran la revelación
y agregar el papel fotográfico

y bom y paz, sóplale aquí, sóplale acá y ahí lo tienes. A-h-í lo-tienes.


Se revelan las fotos y las entregan y huelen a los líquidos y las ven y huelen a químicos y las miran...

¿Qué revelaciones aparecerán esta vez en las fotos?

¿qué, qué, qué, qué
revelaciones saldrán hoy?

17 mayo, 2010

Partida.

I

La Reina y el Rey.
Consortes de un mundo a blanco y negro,
como el mío.

Los caballos.
Briosos caballos, uno blanco, el otro negro,
siempre contrarios,
como tú y como yo.

Los alfiles.
Importantes para el Rey,
importantes para la Reina,
importantes, ellos cuatro solos.

Las torres fijas. Los ojos del Reino.
Mironas, estáticas, imponentes.
Ahí se encarcela a los prisioneros
y todos somos como ellos.

Todos.
Como ellos.

Y seremos olvidados sin importar las torres,
sin importar las prisiones.

Ahí se encarcela a los prisioneros
y todos somos como ellos.

II

Surgen batallas,
corre la sangre,
corren los caballos.

Tintinean las espadas,
crujen los arcos,
susurran las flechas
y las hachas.

La hachas cortan.

Se saborea la muerte en la boca,
en las hachas y los
Reyes y Reinas tragan almas,
tragan armas, se tragan.

Las torres miran, las aves miran,
los humanos miran,
así como también mueren.

III

Los peones.
Ellos limpian, friegan del piso la sangre,
recogen los cachos de humanidad que quedan.
Los juntan, los queman.

Los peones.
Ellos andan despacio,
ellos miran al cielo,
ellos corren descalzos,
como ya casi nadie en el mundo.

Casi nadie en el mundo,
ya casi no hay nadie en el mundo.