25 diciembre, 2010
Capút
01 diciembre, 2010
Et vidit Deus quòd esset bonum
21 noviembre, 2010
Clepsidra
17 noviembre, 2010
Gasolina
A eso de las 12:20PM salía de mi casa, me subo al coche, bajo las ventanas. Arranco, llego a la esquina volteo hacia la izquierda y veo que no vienen coches, así que acelero y de pronto, ya con el volante girado hacia la derecha, una sombra negra y redonda se cruza frente a mí y la impacto de lado. Veo por el espejo lateral izquierdo como una extraña motocicleta de tres llantas se ladea y sus ocupantes salen volando, uno vestido de negro y otro de blanco. Me detengo a escasos 20 metros y me bajo corriendo, veo que uno de los tripulantes, el de playera blanca, se levanta y el otro, de playera negra, está debajo de la moto con una pierna atorada. Ambos tenían un aspecto de motociclistas, el de negro con barba de chivo, el de blanco con tatuajes. El de negro más grande que el de blanco y el de blanco más chico que yo; lo primero que pensé fue que cuando se pararn me iban a reventar, pero ya estaba ahí. Pronto levanto la moto tomándola del manubrio, me ayuda un transeúnte, el de playera blanca, levanta al de camisa negra cargandolo y mientras todo eso pasa el tapón del tanque de gasolina se cae y empieza una cascada del derivado de petróleo. Mientras yo y el otro levantábamos la moto, el de camisa negra me dice -Soy discapacitado, mano- a lo que yo no contesto nada. El de playera blanca lo acomoda en el asiento y yo me quedo ahí parado, mojandome en gasolina y preguntando si -¿está bien?-. Él dice que sí, se levanta la manga, descubre un brazo lleno de tatuajes y en el codo un raspón típico de una caída de moto. -Tienes que fijarte para los dos lados antes de salir- y yo le digo que tiene que -usar el sentido de las calles-. Me dice que le dé -Un cincuentón para mi brazo o ya como va; un cien-. Yo saco mi cartera, veo que tengo un billete de 20 y uno de 200 así que le digo -Sólo tengo 30, si quieres te los doy- él me dice que si, que -De menos para una venda para su brazo-, se los paso, me volteo y me voy. Todo quedó en un raspón y 30 pesos. (A eso, en la ciudad de México, se le llama suerte). Me subo al coche, arranco y apesto a gasolina. Todo el día y lo digo con pesar, lamento mucho su herida, pero que apestoso recordatorio tendré.
29 octubre, 2010
Cuatro temas.
Tengo miedo de intentarlo.
Miedo a no poder cerrar los ojos
ó
terror por no querer abrirlos.
Quiero dormir cansado, sin darme cuenta,
sin saber que hago.
Y soñarte, con diferentes caras,
dándome cuenta que eres muchas mujeres en una.
II. Hasta que me venza el miedo o le gane al dolor.
a veces imposibles,
otras irrecordables.
Pega soñar mentiras,
vivir el duelo de lo que no es,
encontrar una pared donde hubo alegrías.
Todo nos estuvo esperando
tal y como lo dejamos
al cerrar los ojos.
III. Hasta que me caiga de hambre o el ayuno sea de diario.
que sean más fuertes mis oraciones,
que en ellas, siempre te pida más dones
para alabarte y servirte con mis acciones.
Concédeme la visión para escoger el bien
y la gracia de siempre serte fiel.
Concédeme la justicia que merezco,
que se haga tu voluntad
y eso será lo que más agradezco.
IV. Hasta perder la cordura o adoptar a la razón.
El loco corre viendo al cielo,
el sabio mira el suelo.
El sabio, vive en su mundo,
preocupado por las cosas del mundo.
El loco, vive encerrado en su mundo,
preocupado por cómo salir del mundo.
¿Quién es más culpable?
¿Quién es más libre?
¿Quién siente más?
¿Hacia dónde se inclina mi balanza?
Perder la cordura. Adoptar la razón.
27 octubre, 2010
Me ladran
14 octubre, 2010
El Sindrome Günter
07 septiembre, 2010
Pietr y el Lobo.
04 septiembre, 2010
Cinco consejos prácticos.
1. Toma todo lo que en la vida te haga desarrollar la voluntad y el esfuerzo.
2. Elige cosas que te gusten y conviértelas en tuyas.
2. Haz siempre hasta donde te sea posible. Reza, pide, ora para que puedas hacer lo imposible.
2. Si no sabes cómo llegar; pregunta.
3. Di lo necesario hasta saber que te explicaste. Si eres ignorado, abandona ese lugar.
3. Cuando quieras hacer algo que nadie más quiere, reconsidera. Es por algo.
3. Pon en una balanza lo que quieres y lo que vale la pena.
3. Si te arrepientes de no haber hecho; haz.
3. Cuando sea demasiado tarde, pregúntate si aún eres tonto, y; haz.
4. Las locuras siempre sirven para enamorar.
4. Cada quien hace lo que puede con lo que tiene. Unos tienen más que otros.
4. Si vas a entrar piensa también en salir.
4. No confundas los conceptos, tenlos siempre claros. Esa es la clave de la tolerancia.
5. Las cosas vienen y van, las personas también.
5. Siempre es una buena idea hacer caras cuando no te ven.
5. Si has de oír; oye. Aprende del silencio, que el ruido no te tome desprevenido.
5. Si cometes dos veces el mismo error, prepárate para una tercera; será la vencida. Dicen.
5. Si consideras que lo mejor es herir a alguien, no lo hagas con metal al rojo. Usa una aguja.
5. La decisión perfecta no existe. Las oportunidades se turnan con el sacrificio.
Paper Packages
02 septiembre, 2010
+
28 agosto, 2010
Error tres.
El comedor está en llamas.
12 agosto, 2010
Té cura el que dius,
23 julio, 2010
La voces.
Me cuesta disimular cuando estoy en la escuela, hablan muy fuerte y me distraen. Cuando estoy en la calle, me llegan los gritos de diferentes lados, se ocultan entre voces de niños, camiones, bocinas, motos, chillidos, golpes... Y cuando duermo gritan en mis sueños, gritan toda la noche. Y no duermo, me distraigo con cosas indignas. Bebo muchos litros de agua, para si me quedo dormido, me despierten las ganas de ir al baño y no utilizo sábanas, ni cobertor, ni cobija, para que me despierte el frío. No uso almohada para despertar por incomodidad. Estoy loco.
-Para que te des una idea, a veces, hasta me cantan y son afinadas las desgraciadas, puede ser una y cantar a Joan Baez, así como puede un Oratorio de Haendel. Otras veces mi cabeza es un verdadero estadio. Cuando están aburridas, me cuentan cuentos y son hermosos, son variados unos parecen de Cortázar, otros, son como de Arriaga, otros son de la odiosa "Isabela Llende", otros de Ybag en Vietnám. Otras veces me arrullan. Otras, sólo relatan lo que ven. Lo que veo. Digo, no está bien.-
Siempre me preguntan, ya lo he oído tantas veces; -¿En qué colonia vive?, ¿dónde duerme?, ¿a qué escuela va?. ¿De qué color son sus ojos?, ¿cantará bonito? ¿A qué hora se levantó hoy?, ¿quieres llorar?- Siempre me preguntan cosas que no sé, cosas que no sabré. Siempre me preguntan de cosas que no vi, que no dije, que no hice, que no conozco. Mi vida es como ir al cine y ya estando sentado, y, después de media hora, cuando llega la mejor parte, alguien te tapa los ojos a la fuerza, los oídos, te tome de las manos y las meta en hielo, y ya, no ver, ya no oír, ya no. Sentir.
-Desde que recuerdo la locura ha sido un buen pretexto para no encajar. Siempre pienso, todos sufren por la muerte o el amor o lo que sea, pero yo sólo sufro cuando hay silencio. Nunca me ha molestado ser loco, lo que es incomodo, es que la gente llegue a esa conclusión por si misma, digo, por mera educación deberían preguntar, ¿no?-
03 julio, 2010
Otoño en inglés.
Tropezar tan alto es coincidencia.
Caer tan rápido es consecuencia.
01 julio, 2010
Algo me lo dice.
22 junio, 2010
El bigote.
Vivía en la casa de al lado, sus ventanas de atrás daban a mis ventanas de atrás, nuestras casas estaban contrapuestas y todas las noches, lo oía gritar; ¡Para, detente!, ¡no hagas más ese ruido! y en los 15 años que viví en esa casa y en todas las noches de despertar de sobresalto, nunca; es decir, nunca, percibí otro ruido en la noche. Siempre era su grito en contra de... ¿Su locura?.
Habían noches en que no dormía por estar trabajando en casa y aquello de las 3:00 AM comenzaba el vecino a gritar; ¡Cállate!. Yo siempre pensaba "Ahí va otra vez" y sí, diario, diario, diario.
Nunca lo veía, porque su puerta de entrada daba a la calle de atrás de la mía, así que nunca lo topaba al sacar la basura o al ir a trabajar. A través de los años tuve varias suposiciones, primero pensé que tal vez tenía una mascota y que su jaula estaba junto a su cama, pero no, no era eso. Luego pensé que se dormía con sus aparatos para la sordera y de pronto, estos, por la presión de su cabeza contra la almohada, hicieran un terrible chillido, pero nunca lo vi con aparatos para sordera. Después pensé que era sonámbulo o hablaba dormido, pero no me convence, nadie sueña tan seguido con lo mismo y el sonambulismo lo detona algún ruido pero nunca se levantaba, sólo era el bendito grito. Pasaron varias semanas de suponer sobre el sonambulismo y después de descartarlo, pensé, que tal vez, había estado en una guerra y tenía el síndrome aquel que los soldados tienen, pero no tenía porte militar y traía el pelo largo, luego, pensé que tal vez consumía drogas y así. Hasta el final, pensé que algo mal tenía que tener en la cabeza.
Había noches que me daba igual que gritara, pero otras, me desesperaba tanto, que más de una vez rompí una almohada a mordidas. Si él no estaba loco me iba a volver a mi. Todo iba bien, pero luego era yo el que no podía dormir por estar esperando el grito y eso comenzó a afectarme en el día, en mi trabajo y en mis relaciones, porque estaba cansado y me distraía fácilmente, como cuando quieres descifrar un acertijo o contestar una adivinanza. Me obsesionaba terriblemente saber qué lo hacía gritar y lo maldecía al tiempo.
Pasaron unos meses y perdí mi trabajo, también dejé a mi novia. Tenía una cámara en el techo, vinculares cerca de las ventanas, tomaba café día y noche para observar todo el tiempo, llevaba una bitácora estructurada y exacta. Tras semanas de observación llegué a notar que el infeliz nunca salía de su casa, estaba todo el día ahí. Vivía muy relajado, hacía cosas "normales" y naturalmente desayunaba, se lavaba los dientes, comía, veía la tele, leía el periódico, fumaba y le dedicaba casi una hora y media a su bigote; a enchinarle las puntas, cortarlo, peinarlo y fuera de esa rareza, lo único extraño, eran los gritos en la noche.
Una tarde decidí que me iba a meter a su casa a investigar. Sentía emoción combinado con ocio y estupidez. Tenía que aprovechar cuando iba al supermercado, era lo único que lo hacía salir y en promedio, se tardaba -dos horas-. A veces más. A veces menos.
Ya tenía la ruta en la cabeza, conocía su casa. Incluso, conocía los pasos que había que dar para llegar al baño o a la cocina. Todo estaba calculadísimo: subiría por una escalera hasta la barda, revisaría por encima de ella si hubiera algún vecino mirón. Nota para mi mismo: revisar dos veces. Ya en la barda, cambiaría de lado la escalera para poder subirla de nuevo en mi huida, luego, bajaría. Abriría la puerta y entraría, por el patio de atrás, a la cocina. Ya dentro, revisaría una que otra cosa, la alacena, el comedor, las vitrinas, la sala, los cuadros, retratos y la estancia, junto con sus adornos y plantas hogareñas. Así llegaría a la entrada, cubriendo todo el piso de abajo.
Me levanto entonces, tomo la escalera, la recargo en la pared, subo unos escalones, miro hacia todos lados, luego subo otros y ya estoy arriba, cambio la escalera hacia el lado de la barda de mi vecino y comienzo a bajar.
Emocionado entro a la cocina y me sorprendo, porque no hay muchas cosas, de hecho, casi no hay nada. Sobre la mesa había una nota, pero no le di importancia. En los estantes sólo hay un juego de platos, en el cajón de los cubiertos, sólo hay un juego de cubiertos, sólo una toalla, sólo un vaso, sólo una copa, sólo una tasa. Abro el refrigerador y hay huevos que tienen escrito los días de la semana, un paquete de leche a la mitad, un paquete de carne, un Boing de mango y chícharos, muchos, como tres paquetes congelados. En la nevera hay helado de chocolate y coco. Punto, nada más. En la alacena sólo hay una lata de atún, pan Bimbo y un frasco de mermelada Smuker’s (abuelito).
Salgo de la cocina hacia la estancia y me encuentro con paredes blancas, inmaculadas. Sin cuadros, sin plantas, sin muebles casi. Hay un sillón individual, una mesa de café y una alfombra. Hay una mesa grande de madera obscura, patas robustas y una silla a juego. Eso era todo en la sala y el comedor. Decidí subir porque estaba desilusionado, digo, era interesante pero no tenía cosas y mi deseo de curiosidad estaba lejos de quedar satisfecho. Aún que no tenía un plan para el piso de arriba corrí en las escaleras. Estaba alfombrado en negro, de frente a la escalera tenía un sillón, individual, el control en el brazo del sillón y la tele adelante. No había cuadros, ni retratos tampoco y las paredes seguían siendo blancas. entro al baño y hay un cepillo de dientes, una pasta, un rastrillo, unas tijeras para bigote y dentro del estante del espejo, nada. -¡Increíble!- digo y camino hacia su cuarto. Ya estando dentro, sólo veo una cama, un closet, un librero con dos libros, un escritorio sin silla y un periódico.
Dentro del closet doblada sobre la cajonera estaba una camisa, un par de calcetines, un pantalón colgado en un gancho, una chamarra, un par de zapatos bien boleados, un reloj, un anillo, colonia Ralph Lauren y una cartera, vacía. En el librero, un libro tenía el título de "Lefevre, Misal Diario y Vesperal", en latín y español y el otro era un libro sin título, de pasta dura y en piel obscura, lo hojeo y hay miles de notas, lo dejo sobre el escritorio y comienzo a revisarlo. En los cajones, había un lápiz, una pluma Parker, una goma, un marca textos, una tijera y un folder con hojas blancas. El periódico era de los tiempos de la revolución pero estaba en perfecto estado, ni si quiera amarillo estaba, hasta pensé que era nuevo.
Muy triste bajo las escaleras, salgo por la puerta de atrás y cuando voy subiendo veo la nota en la mesa de la cocina, comienzo a bajar pero me resbalo, me caigo del sexto escalón, intento agarrarme de la barda pero es inútil. Me golpeo la cabeza con un escalón y quedo inconsciente.
Abro los ojos y una punzada me recorre la cabeza. Tengo un dolor terrible en la cintura y la muñeca derecha. Me levanto y no sé nada, no recuerdo nada, ni mi nombre, ni mi dirección, ni dónde estoy. Nada, estoy en blanco. Con dificultad me levanto y entro por la cocina, veo la nota sobre la mesa, la leo y dice; leche, huevos, atún, carne, pan y mermelada, no le doy importancia, la dejo ahí y no veo muchas cosas es una casa -austera- pienso, -nada mal-. Subo las escaleras, entro al cuarto y lo primero que veo es el libro sobre el escritorio, me siento en la cama porque no hay silla y veo que es un diario, cambio las hojas hasta la última y leo:
Con fecha de dos semanas atrás dice "tengo un vecino muy molesto, todo el tiempo me está espiando. Si subo o bajo, si voy o vengo, está ahí parado bebiendo café en la ventana. Creo que tiene una cámara en el techo, lo veo apuntar cosas y estoy teniendo mucho miedo, creo que pronto me cambiaré de casa. No sé que otra cosa hacer...". Me levanto con le libro en la mano, camino a la estancia y me asomo por la ventana -Humm, no lo veo. ¿Dónde estará?- digo y me muevo hacia la ventana para cerrar las cortinas.
Me gustaba mucho dedicarle tiempo a recortar y peinar mi bigote, mi diario lo dijo así.