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27 septiembre, 2012

El cielo

No voy a viajar por el mundo, el mundo viajará dentro de mi. Tendré buzos y exploradores en las cavernas más misteriosas de mi mente. Caminantes interiores, fotógrafos de mis mejores paisajes, taxonomístas mentales. 

No iré a lugares, ellos vendrán a mi y la gente a habitarlos. Turistas del mundo, navegantes de la psique y filósofos metafísicos serán huéspedes de mis pensamientos urbanos, de mis ciudades intelectuales, de mi geografía conceptual. Yo les crearé una casa con palabras, les daré alimentos y ellos podrán ser libres en mi.

No conoceré las maravillas del mundo, pues ellas estarán en mi, aunque en mis huéspedes. Las genialidades propias del ser humano, tecnología y ciencia de mi intelecto, matemática de mi razón, política de mi entendimiento.

Todo ésto cabe en mi blog, espacio dispuesto en pocos gigabytes, ignorado por millones y millones de otros seres humanos igual de dispuestos de ser habitados por aventureros literarios. Dispongo, como todos, de una mente que gusta de ser recorrida, criticada, de ser incomprendida, que genere dudas y ganas de identificarse con lo que los ojos reconocen escrito.

Éste pequeño recorrido que yo llamo Caleidoscope, es un universo. Es una especie de cielo que yo compongo poco a poco y cada día es más real gracias a que me introduces en tú mente, donde con un poco más de suerte, me volverás inmortal.

13 septiembre, 2012

-Tururú- Próxima estación...

En realidad a veces no me siento yo, especialmente en el metro, me convierto junto con otros en una bola de piel y pelo, que transpira, que respira, que sufre un poco por la presión, presión de  no tocar a las otras partes de nuestro cuerpo sin forma, sin tiempo, sin fin. Sufro al desmembrarme como en una fisión binaria, veo como se replica nuestro ADN, como se segregan los cromosomas y en una citosinesis baja un yo nuevecito del vagón del metro. Salir como recién nacido es lo más difícil, nuevo en el mundo y por primera vez en la estación, ¡si que debe ser complicado!.

Siempre veo a todos tan ocupados por ser ellos mismos. Unos en lectura colectiva con el periódico de algún incauto, otros con audífonos queriendo no estar en donde están, tan ajenos al metro como ellos mismos de si mismos, otros que solo piensan, otros que se quejan de estar parados o sentados o apretados o por el calórico y rico sauna natural, otros hablan con sus compañeros de lado a lado del tren, otros se empujan molestos, otros como columnas con la mano en el techo, otros viendo para todos lados tan interesados en los demás que arquean las cejas para mirar un poquito más.

En todo ese trance, deje de ser todo lo que fui para convertirme, un poco, en viajero de metro, en uno que aún estando ahí, juntísimo a otras cien personas, no quería (por no poder) estar en otro lado. Ningún otro viaje hubiera sido tan entero como ese, tan revelador y sencillo. Compartimos tantas cosas ahí que me es difícil bajarme, fuimos uno unos segundos, unos minutos nuestro destino, que siendo el mismo o no, sólo era convencernos de que somos una milésima más humanos, que podíamos oír lo que pensábamos como el no-yo que eramos, sin embargo me tengo que bajar derrotado por tener que volver a ser un yo en mi mismo. Y me bajo sin decir siquiera gracias o algo más inteligente.