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28 agosto, 2010

El comedor está en llamas.

-Y no es lo único, en llamas.- pienso. Aún así es imponente, por las llamas, se quedan quietas de repente y ¡que calor tan rico!.
Mis manos están calientísimas, pronto empezará a hervir la sangre, la siento y me emociona porque no es el calor lo que me enciende esta vez. Ésta vez, no sé qué es.
Mis pies están brincoteando por aquí y por allá. Hacemos el mismo baile y las llamas se alebrestan pero bailan contentas. Siento fuego en mis pies, bajo mis pies. ¡Es fuego!.
Mis ojos están abiertísimos y pierden su color, es mucha la luz. Veo flashes al parpadear, veo sombras al voltear y es perfecto. Es perfecto.
Miles de olores, entre hierbas y maderas, también hay perfumes florales y rastros antojablísimos de humo con especias y -¡que calor tan rico!- pienso y repito -¡que calor tan rico!.
. . .
"No juegues con fuego que te vas a quemar".
-No estoy jugando yo, él juega conmigo. Y sí, me voy a quemar.-
Como todos.

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