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17 noviembre, 2010

Gasolina

A eso de las 12:20PM salía de mi casa, me subo al coche, bajo las ventanas. Arranco, llego a la esquina volteo hacia la izquierda y veo que no vienen coches, así que acelero y de pronto, ya con el volante girado hacia la derecha, una sombra negra y redonda se cruza frente a mí y la impacto de lado. Veo por el espejo lateral izquierdo como una extraña motocicleta de tres llantas se ladea y sus ocupantes salen volando, uno vestido de negro y otro de blanco. Me detengo a escasos 20 metros y me bajo corriendo, veo que uno de los tripulantes, el de playera blanca, se levanta y el otro, de playera negra, está debajo de la moto con una pierna atorada. Ambos tenían un aspecto de motociclistas, el de negro con barba de chivo, el de blanco con tatuajes. El de negro más grande que el de blanco y el de blanco más chico que yo; lo primero que pensé fue que cuando se pararn me iban a reventar, pero ya estaba ahí. Pronto levanto la moto tomándola del manubrio, me ayuda un transeúnte, el de playera blanca, levanta al de camisa negra cargandolo y mientras todo eso pasa el tapón del tanque de gasolina se cae y empieza una cascada del derivado de petróleo. Mientras yo y el otro levantábamos la moto, el de camisa negra me dice -Soy discapacitado, mano- a lo que yo no contesto nada. El de playera blanca lo acomoda en el asiento y yo me quedo ahí parado, mojandome en gasolina y preguntando si -¿está bien?-. Él dice que sí, se levanta la manga, descubre un brazo lleno de tatuajes y en el codo un raspón típico de una caída de moto. -Tienes que fijarte para los dos lados antes de salir- y yo le digo que tiene que -usar el sentido de las calles-. Me dice que le dé -Un cincuentón para mi brazo o ya como va; un cien-. Yo saco mi cartera, veo que tengo un billete de 20 y uno de 200 así que le digo -Sólo tengo 30, si quieres te los doy- él me dice que si, que -De menos para una venda para su brazo-, se los paso, me volteo y me voy. Todo quedó en un raspón y 30 pesos. (A eso, en la ciudad de México, se le llama suerte). Me subo al coche, arranco y apesto a gasolina. Todo el día y lo digo con pesar, lamento mucho su herida, pero que apestoso recordatorio tendré.

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