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22 junio, 2010

El bigote.

Tener bigote es una experiencia, yo tuve bigote en una etapa de mi vida, y en ese tiempo conocí a un vecino que también tenía bigote.

Vivía en la casa de al lado, sus ventanas de atrás daban a mis ventanas de atrás, nuestras casas estaban contrapuestas y todas las noches, lo oía gritar; ¡Para, detente!, ¡no hagas más ese ruido! y en los 15 años que viví en esa casa y en todas las noches de despertar de sobresalto, nunca; es decir, nunca, percibí otro ruido en la noche. Siempre era su grito en contra de... ¿Su locura?.

Habían noches en que no dormía por estar trabajando en casa y aquello de las 3:00 AM comenzaba el vecino a gritar; ¡Cállate!. Yo siempre pensaba "Ahí va otra vez" y sí, diario, diario, diario.
Nunca lo veía, porque su puerta de entrada daba a la calle de atrás de la mía, así que nunca lo topaba al sacar la basura o al ir a trabajar. A través de los años tuve varias suposiciones, primero pensé que tal vez tenía una mascota y que su jaula estaba junto a su cama, pero no, no era eso. Luego pensé que se dormía con sus aparatos para la sordera y de pronto, estos, por la presión de su cabeza contra la almohada, hicieran un terrible chillido, pero nunca lo vi con aparatos para sordera. Después pensé que era sonámbulo o hablaba dormido, pero no me convence, nadie sueña tan seguido con lo mismo y el sonambulismo lo detona algún ruido pero nunca se levantaba, sólo era el bendito grito. Pasaron varias semanas de suponer sobre el sonambulismo y después de descartarlo, pensé, que tal vez, había estado en una guerra y tenía el síndrome aquel que los soldados tienen, pero no tenía porte militar y traía el pelo largo, luego, pensé que tal vez consumía drogas y así. Hasta el final, pensé que algo mal tenía que tener en la cabeza.

Había noches que me daba igual que gritara, pero otras, me desesperaba tanto, que más de una vez rompí una almohada a mordidas. Si él no estaba loco me iba a volver a mi. Todo iba bien, pero luego era yo el que no podía dormir por estar esperando el grito y eso comenzó a afectarme en el día, en mi trabajo y en mis relaciones, porque estaba cansado y me distraía fácilmente, como cuando quieres descifrar un acertijo o contestar una adivinanza. Me obsesionaba terriblemente saber qué lo hacía gritar y lo maldecía al tiempo.

Pasaron unos meses y perdí mi trabajo, también dejé a mi novia. Tenía una cámara en el techo, vinculares cerca de las ventanas, tomaba café día y noche para observar todo el tiempo, llevaba una bitácora estructurada y exacta. Tras semanas de observación llegué a notar que el infeliz nunca salía de su casa, estaba todo el día ahí. Vivía muy relajado, hacía cosas "normales" y naturalmente desayunaba, se lavaba los dientes, comía, veía la tele, leía el periódico, fumaba y le dedicaba casi una hora y media a su bigote; a enchinarle las puntas, cortarlo, peinarlo y fuera de esa rareza, lo único extraño, eran los gritos en la noche.
Una tarde decidí que me iba a meter a su casa a investigar. Sentía emoción combinado con ocio y estupidez. Tenía que aprovechar cuando iba al supermercado, era lo único que lo hacía salir y en promedio, se tardaba -dos horas-. A veces más. A veces menos.

Ya tenía la ruta en la cabeza, conocía su casa. Incluso, conocía los pasos que había que dar para llegar al baño o a la cocina. Todo estaba calculadísimo: subiría por una escalera hasta la barda, revisaría por encima de ella si hubiera algún vecino mirón. Nota para mi mismo: revisar dos veces. Ya en la barda, cambiaría de lado la escalera para poder subirla de nuevo en mi huida, luego, bajaría. Abriría la puerta y entraría, por el patio de atrás, a la cocina. Ya dentro, revisaría una que otra cosa, la alacena, el comedor, las vitrinas, la sala, los cuadros, retratos y la estancia, junto con sus adornos y plantas hogareñas. Así llegaría a la entrada, cubriendo todo el piso de abajo.

Me levanto entonces, tomo la escalera, la recargo en la pared, subo unos escalones, miro hacia todos lados, luego subo otros y ya estoy arriba, cambio la escalera hacia el lado de la barda de mi vecino y comienzo a bajar.

Emocionado entro a la cocina y me sorprendo, porque no hay muchas cosas, de hecho, casi no hay nada. Sobre la mesa había una nota, pero no le di importancia. En los estantes sólo hay un juego de platos, en el cajón de los cubiertos, sólo hay un juego de cubiertos, sólo una toalla, sólo un vaso, sólo una copa, sólo una tasa. Abro el refrigerador y hay huevos que tienen escrito los días de la semana, un paquete de leche a la mitad, un paquete de carne, un Boing de mango y chícharos, muchos, como tres paquetes congelados. En la nevera hay helado de chocolate y coco. Punto, nada más. En la alacena sólo hay una lata de atún, pan Bimbo y un frasco de mermelada Smuker’s (abuelito).

Salgo de la cocina hacia la estancia y me encuentro con paredes blancas, inmaculadas. Sin cuadros, sin plantas, sin muebles casi. Hay un sillón individual, una mesa de café y una alfombra. Hay una mesa grande de madera obscura, patas robustas y una silla a juego. Eso era todo en la sala y el comedor. Decidí subir porque estaba desilusionado, digo, era interesante pero no tenía cosas y mi deseo de curiosidad estaba lejos de quedar satisfecho. Aún que no tenía un plan para el piso de arriba corrí en las escaleras. Estaba alfombrado en negro, de frente a la escalera tenía un sillón, individual, el control en el brazo del sillón y la tele adelante. No había cuadros, ni retratos tampoco y las paredes seguían siendo blancas. entro al baño y hay un cepillo de dientes, una pasta, un rastrillo, unas tijeras para bigote y dentro del estante del espejo, nada. -¡Increíble!- digo y camino hacia su cuarto. Ya estando dentro, sólo veo una cama, un closet, un librero con dos libros, un escritorio sin silla y un periódico.

Dentro del closet doblada sobre la cajonera estaba una camisa, un par de calcetines, un pantalón colgado en un gancho, una chamarra, un par de zapatos bien boleados, un reloj, un anillo, colonia Ralph Lauren y una cartera, vacía. En el librero, un libro tenía el título de "Lefevre, Misal Diario y Vesperal", en latín y español y el otro era un libro sin título, de pasta dura y en piel obscura, lo hojeo y hay miles de notas, lo dejo sobre el escritorio y comienzo a revisarlo. En los cajones, había un lápiz, una pluma Parker, una goma, un marca textos, una tijera y un folder con hojas blancas. El periódico era de los tiempos de la revolución pero estaba en perfecto estado, ni si quiera amarillo estaba, hasta pensé que era nuevo.

Muy triste bajo las escaleras, salgo por la puerta de atrás y cuando voy subiendo veo la nota en la mesa de la cocina, comienzo a bajar pero me resbalo, me caigo del sexto escalón, intento agarrarme de la barda pero es inútil. Me golpeo la cabeza con un escalón y quedo inconsciente.

Abro los ojos y una punzada me recorre la cabeza. Tengo un dolor terrible en la cintura y la muñeca derecha. Me levanto y no sé nada, no recuerdo nada, ni mi nombre, ni mi dirección, ni dónde estoy. Nada, estoy en blanco. Con dificultad me levanto y entro por la cocina, veo la nota sobre la mesa, la leo y dice; leche, huevos, atún, carne, pan y mermelada, no le doy importancia, la dejo ahí y no veo muchas cosas es una casa -austera- pienso, -nada mal-. Subo las escaleras, entro al cuarto y lo primero que veo es el libro sobre el escritorio, me siento en la cama porque no hay silla y veo que es un diario, cambio las hojas hasta la última y leo:

Con fecha de dos semanas atrás dice "tengo un vecino muy molesto, todo el tiempo me está espiando. Si subo o bajo, si voy o vengo, está ahí parado bebiendo café en la ventana. Creo que tiene una cámara en el techo, lo veo apuntar cosas y estoy teniendo mucho miedo, creo que pronto me cambiaré de casa. No sé que otra cosa hacer...". Me levanto con le libro en la mano, camino a la estancia y me asomo por la ventana -Humm, no lo veo. ¿Dónde estará?- digo y me muevo hacia la ventana para cerrar las cortinas.
Con ayuda de mi diario poco a poco fui recordando, seguí escribiendo en él y mi letra nunca más fue igual gracias a la caída que tuve, me pareció extraño pero tenía sentido, ¿cierto?. La verdad es que nunca vi al loco que me solía espiar, de vez en cuando miraba por la ventana para ver si estaba pero nunca lo vi, al poco tiempo dejé de preocuparme y me quedé ahí.

Me gustaba mucho dedicarle tiempo a recortar y peinar mi bigote, mi diario lo dijo así.

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