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05 mayo, 2010

Terminal del Norte

De regreso a casa. Porter suena en el estereo del coche, un Clio de la Renault plateado ¿del año 2005 o 2006?, vamos a buena velocidad sobre la Avenida 100 metros. Volteo al lado derecho, he bajado la ventanilla así que el viento me pega fresco en la cara, voy de copiloto, el piloto canta. Cambiaron el color de las letras de la Terminal del Norte, antes fueron de un verde reseco que daba una luz opaca, pero ese día estaban azules resplandecientes, hermosas diría yo, me atrajeron mucho la atención. Veo a toda la gente y pienso en todos los destinos posibles, todas las vidas posibles que se intercambian rozones en el sopor de la llenísima terminal de autobuses del norte. Lo más simpático es que memorizo cosas a propósito para poder escribir una entrada, como si mi vida pasara en realidad aquí, en lugar de allá afuera. Las luces de la terminal tenían algo, no sé qué, tenían algo de interesante, como cuando miras una casa antigua y que, además, está abandonada, tenían algo que invitaba a explorarla, a explotarla, a viajara por ella, sin rumbo, sin dirección, que alguien más escoja el destino, que alguien más nos lleve a lugares desconocidos y que la vida tenga una pausa y que la rapidez de la vida sea por un momento menos veloz, menos exigente y que pudiéramos esperar cosas más sencillas en la vida y que no tuviéramos la obligación de ser porque la sociedad y el sistema nos lo exija como nos exige todo. La pasamos rápido, a mi vista aparece ahora el CCH Vallejo, luego la Facultad de Odontología de la UNAM, luego un puente, luego casas y casas y calles y personas en la banqueta calle y autos sobre la calle y yo en un Clio plateado. Me gusta el Clio plateado. Llegamos a la Avenida Montevideo que también es llamado Eje 5 Norte, pasamos de largo y casas y casas y luego la concesionaria de la Honda con letreros rojos resplandecientes, damos la vuelta a la derecha por entre una callejuela con forma de L invertida, salimos a la Avenida de la Torres y seguimos derecho hasta el ex parque de los animalitos (digo, porque ya no tiene más que un orangután, un elefante y un hipopótamo, ahora tiene un "QuioscoVirtual", iluminación y juegos que juegan con los niños en lugar de al revez), giramos a la derecha por Arroyo de Guadalupe y luego a la derecha en Arroyo de Zacatenco para llegar al número 54.

1 comentario:

  1. Tiene una manera impresionante de hacer que las situaciones, que para las personas comunes son triviales, parezcan lo mejor de este mundo.
    :)
    Y tu redacción no es nada mala.
    ¡Que buen regreso Jorge!

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