Datos personales

01 abril, 2010

Jíbaro blanco.

Estaba llegando del servicio de Jueves Santo. Me bajo del coche aún con los huaraches, el pantalón negro, camisa blanca y en la mano unos esquites de doce pesos con limón. Volteo hacia la esquina y veo un perrazo blanco sentado justo en medio de la calle, para como soy yo, le grito -¡quítate perro!-. El perro, por su lado, parece verme y mueve chistoso la cabeza, la hace hacia un lado, como si quisiera entender por qué le gritaría alguien eso. Me le quedo viendo y chiflo, el perro se pone de pié, chiflo de nuevo, para las orejas pero no se mueve. Comienzo a caminar intrigado, es un tremendo animal y ahora me acerco con el mismo paso pero con un poco de desconfianza que el perro percibe. Pongo las manos en la cintura para contrarrestar mi inseguridad y ahora quien retrocede es perro, es mi turno de inflar el pecho y alzar un poco la cabeza, el perro se sienta, abre la boca, saca la lengua y empieza a jadear, voltea la cabeza y yo victorioso me le paro enfrente y lo volteo a ver, sé por experiencia que si no te miran es que los intimidas, él no me miraba y seguía sentadito. La cabeza del perrazo me llegaba al ombligo, yo con mi 1.77 y el con sus aproximados 80 cm del piso a cruz. De nuevo le dije -¡Que te quites de en medio!- el perro como si fuera un soldado, se levantó, camino tres pasos y se subió a la banqueta, yo me quedé en medio de la calle con los brazos en la cintura hasta que un claxon y unas luces de una camioneta blanca me exigieron el paso. Me muevo rápido para dejar pasar a la camioneta, me subo a la banqueta y me paro al lado del perro, no quería voltearlo a ver por que sabía se iba a burlar de mi y en efecto, lo volteé a ver y el me veía, sacó la lengua y jadeo por unos instantes, luego se levantó y me dejó ahí, derrotado. En ese momento emprendí el camino de regreso a mi casa, llegué, tiré a la basura el vaso esquites (ya finalizados) y entré a casa, con una sonrisa burlona hacia mi mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario